El vendedor de frutillas

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Por Claudia Rafael

(APe).- El rojo de las frutillas le prometía un buen día. La promesa se diluyó a poco de haber armado el puesto, en la calle Lavalle de San Salvador de Jujuy. La inspectora municipal pidió papeles que no existían y sobrevino el acta de “comprobación y decomiso”.

En tiempos de oscuridad, donde todo se tiñe de individualismos y del sálvese quien pueda, la vida cotidiana regala historias que reconcilian con la condición humana. Los vecinos se organizaron y, con la inspectora que insistía en el secuestro de las frutillas, compraron de a uno los cajones que salvaron el día (son estos, esos repetidos días que se salvan de a uno) al muchacho moreno que padecía el miedo de perder todo en un instante.

Ese instante, ese día, un manojo de mujeres y de hombres vistió la calle jujeña de primavera. Esa que nace semilla y que tiene el poder invencible de desafiar pobrezas –como escribe Gioconda Belli- esgrimiendo voluntades contra malos augurios. Inventando palabras con las que cantar.

A 1600 kilómetros, en el ombligo del mundo, siguen apaleando y deteniendo senegaleses.

Edición: 3708


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