Licencia con goce de sueños

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Por Alfredo Grande

Dedicado a José Graiño, integrante del Colectivo “Teatro x Psicoanalistas”

(APe).- Tener licencia es tener permiso. En el marco de la cultura represora, toda licencia implica un copyright, un franchaising, una concesión, etc. O sea: licencias pagas, o licencias para matar, como el recordado agente 007, James Bond, o nuestra versión plebeya, Chocobar. Hay licencias para el bien y hay licencias para el mal. La patente de corso que otorgaba su graciosa (sic) majestad, implicaba legalizar el robo y saqueo. Robaban para la corona, en forma literal. Horacio Verbistky lo utilizó como título de uno de sus necesarios libros. Lo que conduce a otra paradoja de la cultura represora: si la corono autoriza ¿sigue siendo robo?

El derecho de pernada, o sea, la relación sexual de la joven doncella perpetrada por el señor feudal, antes que el marido pudiera consumar el sexo ¿era violación? Es importante que los delitos más aberrantes, más atroces, incluyendo los delitos de lesa humanidad y el genocidio, gozan de especial licencia por las coronas de turno. Incluyendo las autodenominadas democráticas, de origen electoral, y destino dictatorial.

El eufemismo “zona liberada” es una forma de aludir a las licencias otorgadas a las brutales fuerzas de atrocidad, para tener un marco legal que permitiera que nunca trone ningún escarmiento. Las causas armadas, las víctimas del llamado “gatillo fácil” (otra licencia para matar), los damnificados por sequías e inundaciones, son efectos de multiplicidad de licencias que las coronas de turno encubren en decretos, leyes, reglamentos, presupuestos, “papers” y cartas de intención (en general de muy malas intenciones).

En algún momento, previo a la genuflexión laboral, era bastante popular la llamada “licencia sin goce de sueldo”. Lo que suponía que el sueldo en si suponía un goce, y que además sin ese goce los eventuales goces auxiliares podían conservarse. Un artificio para conservar determinado tiempo el puesto de trabajo, porque la licencia con goce (de sueldo) era habitualmente de poco tiempo. Embarazos, partos, enfermedades varias, todo aquello poco grato a las fauces explotadoras de cualquier patronal, incluyendo la mini patronales.

Para llegar al carozo de la cuestión, en el marco de la cultura represora las licencias son siempre excepciones para el mal de los muchos y el bien de los pocos. La formidable batalla cultural por la legalización de la interrupción deseante y voluntaria del embarazo por mandato (biológico y/o cultural), es nada menos que la lucha por otras formas de licencias. Por otras formas de permiso.

Por supuesto, aquellas y aquellos que poco y nada se interesan en la vida de los recién nacidos, en los destinos de sus madres, en las formas dignas de alimentarse, educarse, ser saludable e intentar ser feliz, han declarado una guerra santa contra esa licencia para decidir. Y sin ningún tipo de perturbación, la denominan “licencia para matar”. Se autodenominan “pro vida”. Los mismos que aplauden el asesinato sistemático, por acción u omisión, de los pobres, los humildes, los originarios, los combatientes, los valientes, los luchadores, se santiguan ante la interrupción de la embrionaria vida. La vida embrionaria los conmueve, los convoca, los amontona. Y como el himno franquista, van de cara al sol.

“El viernes 22 y 23 de Junio del 2018 se realizara en el FORUM de la provincia de Santiago del Estero el “2º Congreso Internacional de Educación en el Amor” con puntaje docente organizado por la Red Federal de Familias, delegación Santiago del Estero. Activistas feministas y LGTBI+, organizaciones e instituciones de esa ciudad denuncian que la mencionada actividad violenta numerosos derechos humanos por realizar apología al odio hacia las mujeres y por motivos de orientación sexual e identidad de género. Se realizara una denuncia frente al INADI, pero también es responsabilidad del Ministerio de Educación controlar los contenidos de las charlas a las que asisten los estudiantes de nivel primario, secundario, terciario, universitarios y docentes”.

Como dije varias veces, el amor no existe. Lo único que existe es el vínculo amoroso. Con su fundamento sexual y deseante. Sexualidad que como definiera Freud, es el placer ligado al cuerpo. Paro estas asociaciones contra cultura no represora, los cuerpos son meros soportes de la culpa, el castigo, la amenaza y el mandato. Cuerpos momificados, tiesos, rígidos, temblorosos, doloridos, torturados, mancillados, despellejados. Cuerpos que sangran, que se infectan, que supuran, que se pudren. Ninguna licencia para cuidar esos cuerpos. Picana, látigo, empalamiento, trituración. Son las licencias con deber de sufrimiento. Con deber de crueldad. La educación en el Amor. Con mayúscula y en singular. Marca patentada de todo significante represor. Una red federal de familias: red de redes. La reina araña que teje y teje para aplastar a su presa.

Aunque se sancione la ley, la guerra de la cultura represora contra todas las formas de la alegría y los placeres, seguirá, quizá más vigorosa aún. Cristo Vence. Aunque es el cristo del madero y no el cristo que anduvo en la mar. Ante el cual nadie pudo arrojar la primera piedra- Quizá no se trate de estar libre de pecado. Quizá la libertad sea darnos cuenta de que no hay pecado en los cuerpos. Y que el pecado fundante hay que buscarlo en los sistemas de explotación y dominación.

Por eso propongo, y sostengo mi propuesta en haber encontrado los 70 años, en el recuerdo activo y actual del “Morla”, que luchemos para que todas y todos tengamos por siempre jamás, una licencia con goce de sueños. Sueños de libertad, de alegría, de ternura, de placer, de generosidad, de humildad, de compañerismo, de tolerancia, de vínculos amorosos.

Tenemos que aprender a otorgarnos esas licencias. Como cantara Silvio Rodríguez, “nos va la vida en ello”.

Edición: 3637

 

 

 

 


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