La otra excepción: el estado de sitio

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Por Alfredo Grande

  (APe).- Hace varios años descubrí que el teclado de mi computadora no podía escribir: “democracia”. Aparecía una leyenda en rojo que decía: “no reconocemos esa palabra”. Al insistir, otra leyenda aclaraba: “no insista porque será desactivado”. Traté de incluirla en el diccionario pero fracasé. Obviamente supuse que el antivirus de mi computadora estaba programado para detectar todos los subterfugios de la cultura represora. No puedo asegurarlo. Por eso inventé al menos dos sustitutos: democratismo de estado y dictadura de la burguesía.

O sea: las formas jurídicas y culturales, donde la legalidad hace un pacto perverso con el sentido común, que han construido un occidental, ecuménico y planetario caballo de Troya para ocupar y saquear nuestras tierras, aguas y aires. Por supuesto que ese inmenso caballo ha sido combatido con la pluma, con la espada y la metralla.

Pero como el ave Félix (o era Fénix) ha sido restaurado y mejorado y perfeccionado hasta los niveles que en la saga de Terminator, película de política ficción, queda demasiado claro. Los caballos de Troya cambian, porque todo cambia. Pero cambiar es una cosa y subvertir es otra.

El astuto Ulises, en realidad un psicópata importante, llenó de asesinos al caballo. Como todo psicópata, dirigió la muerte afuera. Y es lo que estamos padeciendo. Los palestinos, los sirios, los africanos, tienen marcas más visibles, más desgarradoras, más crueles. Pero como siempre hay que hablar de la soga en la casa del ahorcado, los barrios periféricos a las ciudades, no son demasiado diferentes. Causas armadas, gatillo fácil, torturas sistemáticas, asesinatos en comisarías y cárceles, la solución final de los tarifazos, la desocupación sin retorno, la ocupación que no sirve ni alcanza, los horizontes aplanados de un futuro que se aplasta en un insoportable presente continuo.

Y el Gran Caballo de Troya, el rutilante corcel, tiene el nombre de Estado. Y yo les digo que es otro de los nombres de la Bestia, con la marca de la legión de demonios que lo sostiene. El Estado es el endemoniado de Gerasa, que a Jesús responde: soy legión. Pero, privilegio de poderosos, elige un nombre que no hubiera rechazado ningún caballo de Troya: Estado Benefactor. Árbitro imparcial del conflicto entre capital y trabajo.

O sea: árbitro comprado por el capitalismo para que los desterrados y desamparados, sientan y pienses que el estados somos todos. Las deudas son de nosotros, las lebacs son ajenas.

Por eso es importante seguir las ideas de Agamben en su concepto del Estado de Excepción. Cito en forma parcial: “su tesis consiste en que el estado de excepción constituye "[una] tierra de nadie entre el derecho público y el hecho político, y entre el orden jurídico y la vida". De aquí la aporía que observa en las actuales teorías, y que aparece como argumento central de la obra. Esta aporía se resume como sigue: "si los procedimientos excepcionales son fruto de los períodos de crisis política y, como tales, han de ser comprendidos no en el terreno jurídico sino en el político-constitucional , acaban por encontrarse en la situación paradójica de procedimientos jurídicos que no pueden comprenderse en el ámbito del derecho mientras que el estado de excepción se presenta como la forma legal de lo que no puede tener forma legal".

Ahora mal: la forma del Estado de Excepción no es excepcional. Pienso es que la habitual, ya que toda legalidad es legalidad represora. Si la fuerza es el derecho de las bestias, la Ley es el derecho de las legiones de bestias que han devastado el planeta. Como bien señala Agamben, el acto legislativo válido tiene "fuerza de ley". O sea: tiene fuerza y tiene más fuerza aún porque se valida como ley.

Los romanos, que la tenían clara, acuñaron: “dura lex, sed lex”. El tema es para quién es dura la ley. Seguro que no para todos, todas y todes. “Para las enemigos la justicia, para los amigos el poder”. No recuerdo quién lo dijo, pero seguro alguien que habitó algún caballo de Troya. El Estado de Excepción, la confesión de parte de que todo Estado, aun el más benefactor, estético, bello y armonioso, depende de las cloacas hediondas que sostiene su poder. Algunos llaman a esto “servicios de inteligencia”.

Si no quieren leer a Agamben, al menos Netflix les permite deleitarse con The House of Cards. Estamos cerca del hueso. De la misma manera que ya ningún estado declara una guerra, y entonces arma el engendro de un Acta Patriótica o proteccionismos comerciales para destrozar a productores periféricos, tampoco se declara un Estado de Sitio.

¿Te acordás Frondizi del Plan Conintes? Al menos, tenía alguna épica, alguna maldita y negra poesía. Un Plan. De exterminio, pero plan. O el Estado de Sitio que intentó declarar De la Rúa. En la Alianza Anticomunista Argentina, la macabra triple A, el gobierno peronista de los 70 tuvo su propio Estado de Excepción. Pero la excepción al estado de excepción es el estado de sitio. Yo pienso que es lo que estamos transitando. Más de 5000 asesinados desde 2003 a la fecha. Qué fácil es el gatillo fácil. Pero cuando son demasiados los gatillos, y además se gobierna por la espalda, lo que bauticé como “chocobarismo”, tendríamos que hablar de “gatillos fáciles, facilitados, con verdugos facilitadores”. Chocobarismo al palo.

Necesitamos inventar nuestra propia batalla de excepción. De lucha clasista y popular. O al menos recordar y actualizar esa gran batalla de excepción, que es el Cordobazo. No fue: sigue siendo. Y cuando salgamos de la alucinación de la democr… (bueno, ya dije, el teclado no responde) entonces pondremos a los Estados Caballos de Troya en su verdadero sitio político e histórico. Un museo del horror para las generaciones más nuevas. Y una marcha nacional contra el gatillo fácil será la marcha de las herederas del coraje. Las batallas continúan…y toda victoria no tiene final.

Edición: 3629

 


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