Nena de 4 años atropellada en la villa

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Por Claudia Rafael

(APe).- Jugaba a la ronda, a las escondidas o a hacer pocitos en la tierra. Tiene 4 años y vive en Villa 31, ahí donde los pasillos y las sombras del caserío confrontan con la contradicción que abruma de los edificios brillosos y palaciegos de los alrededores, en Retiro. Un cuatriciclo policial la atropelló y sólo el azar fue responsable de que siga con vida a pesar de las lesiones.

Un operativo contra narcos es la justificación más rotunda para irrumpir impiadosamente como tsunamis del Estado y llevarse puesto al mundo, si es posible. A una niña pájara que sueña con vuelos de mariposa, a un niño que danza con una pelota con la camiseta del diez dibujada en la espalda, a la infancia que crece a los tumbos o intentando jugar a ser titiritera o marioneta entre las nubes de un cielo que no tiene techo.

En las cárceles a cielo abierto, el poder irrumpe sin los permisos del “sí, su majestad” o “disculpe el señor”.

La nena está en el Hospital Gutiérrez. Y los nadies, los invisibilizados que no tienen nombre ni letra que los identifique en el abecedario del poder, tomaron la furia entre sus manos y la hicieron estallar frente a la comisaría. Un joven de 22 años recibió un balazo. Otros corrieron entre el pasillerío abrumador.

La vida sigue. En los territorios donde los pactos políticos favorecen los dolores, los tiros en las nucas, las irrupciones donde la ira es madre y dueña de los respiros. Y donde nadie necesita una orden del señor juez porque hay rienda suelta para el desmadre oficial.

Una nena de apenas 4 años vivirá con el miedo de ese monstruo de cuatro ruedas que vuela como saeta y arremete contra sus muñecas. Hará falta mucha magia para romper con la naturalización social del padecimiento y con los desiertos de ternura que con violencia y pacientemente construye el Estado.

Edición: 3619


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