Honrar o votar la vida (II)

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Por Alfredo Grande

(APe).- Si los perros que ladran no muerden, he ahí nuestro problema. Le ladramos a la cultura represora, sin embargo pocas veces, demasiado pocas, la mordemos. La inversa es peor: la cultura represora no nos ladra, incluso nos canta y entretiene. Pero nos despezada sin misericordia. Para resistir el canto seductor y letal de las sirenas, Ulises, el astuto, se hizo atar al mástil de su barco. No quería perderse el concierto, pero tampoco morir con él. A las sirenas de hoy podemos englobarlas en una sencilla denominación: publicidad. Que se ha diversificado de tal modo que los programas apenas son excusas para emitir mensajes publicitarios.

Hay pautas oficiales de publicidad y hay pautas privadas. Publicidad es lo opuesto a la difusión. Difundir es informar de algo que existe. Publicidad es desinformar sobre algo que no existe. La publicidad es el ácido lisérgico de los pueblos y un factor principal de lo que denomino el alucinatorio político social. Alucinar es lo opuesto a percibir. Delirar es lo opuesto a pensar. Y el alucinatorio también bloquea el sentir, y logra un estado de anestesia y analgesia permanente. Clavate un ibuprofeno y un rivotril y seguí remando, trabajando, escribiendo, sufriendo, que la lucha es cruel y es mucha y además, seguimos perdiendo.

Se ha difundido el llamado “derecho al delirio”. Lo leí de Eduardo Galeano y se lo escuché a Vicente Zito Lema. No es casual que dos intelectuales militantes confluyan en pensares y sentires. Me permito señalar que hay delirios eróticos, que tienen que ver con la vida que merece ser vivida, y delirios letales, que tienen que ver con la muerte siempre anunciada. La supremacía de la raza blanca, aria, es un delirio. La única validación que tiene es el deseo de la raza blanca, aria, de tener la supremacía. Por eso los delirios son una de las tantas armas de los sistemas de dominación.

El fundante de los delirios letales es la idea de lo Superior. Que obviamente determina el espacio de lo Inferior. Cuando cursé la escuela primaria, estaba el primer grado inferior y el primer grado superior. Los delirios se inoculan desde la más temprano infancia. Lo Superior implica a su vez dos categorías: lo Único y lo Jerárquico. Una vez que esas categorías quedan marcadas a fuego, y no es casual que esas marcas se hacían con el hierro candente, la cultura represora forma parte y forma el todo del orden natural. Del modo de vida occidental y cristiano. Sobre todo cristiano. El predominio de Lo Superior y lo Único consiste en cuestiones de sentido, de ubicación, de formas de hablar, de permisos para sentir.

Cuando lo Superior y lo Único era la heterosexualidad monogámica y reproductiva, las demás opciones no estaban habilitadas. Se las mandaba directamente a la papelera de reciclaje. Aún la denominación de “lo porno” tiene la suficiente ambigüedad para mantener como Único y Superior a los mandatos de la propiedad privada sobre cuerpos y mentes. Eso que algunos llaman monogamia. Toda monogamia supone el orden de lo Único y lo Superior. Lo importante es la familia, más allá de lo que pasa en las mejores familias. El Patriarcado es otro emblema de lo Único y Superior. El Capital también.

La Democracia se anota en esta lista. Triste privilegio. La democracia representativa, más allá de que representa y de quienes la representan, es lo Único y lo Superior. Como dijo alguien, no es buena pero es lo mejor que tenemos. La pueblada del 2001 es el hecho maldito del país democrático. Pretendimos, quizá sin la continuidad y el empeño necesarios, de deliberar e incluso gobernar, a pesar de nuestros representantes. La gobernabilidad, que es reinar con la apariencia de gobernar, detesta las puebladas, y ama las masacres. En nombre de la única y superior democracia, se toleran, se auspician, se organizan y luego se indultan, múltiples actos anti democráticos.

Voy a auto criticarme. La impunidad es Única y Superior al indulto. Porque el indulto (¿te acordás Menem qué tiempos aquellos?) supone una sanción y castigo previo. La impunidad omite ese engorroso trámite. Corrupción e impunidad se dan la mano. Sin impunidad no habría corrupción, y la corrupción sostiene todas las formas de impunidad. Se ha dicho hasta el hartazgo que para pelearse se necesitan dos. Grave error. Con uno basta y sobra. Y que la corrupción de los gobernantes necesita la corrupción de los empresarios. Otra vez la teoría de los dos demonios. Los empresarios no son corruptos. Son ladrones. Y ese robo planificado y sistemático se llama “plusvalía”. El robo legal. Y lo Único y Superior entonces es el salario y su archienemigo la flexibilidad laboral y cervical.

Pero ha quedado fuera del campo visual y mental que si la propiedad privada es un robo, el salario también es un robo. Y nadie deja de robar ni siquiera por dos años, como pretendía nuestro filósofo recontra alcahuete. Pues bien: la Democracia, Única y Superior, es robo y es asesinato. Ante cualquier duda, consultar los archivos de la Red contra la Violencia Institucional, para no ir más cerca.

Por eso, al menos para mí, en la soledad de mis reflexiones, votar en las condiciones actuales es deshonrar la vida y abandonar todo delirio erótico. La obligatoriedad del voto es la gran tapadera para sostener la representatividad, la gobernabilidad y toda forma de imbecilidad. Todo lo obligatorio deviene mandato, y todo mandato aplasta el deseo. Hasta se puede amar por mandato y algunos llaman a esto matrimonio.

Gritan contra Cambiemos, pero cambiaron Frente para la Victoria por Unidad Ciudadana. La Unidad: otra vez lo Único y lo Superior. La ciudadanía: otra vez la abolición de la lucha de clases, ya que todos sabemos que hay ciudadanos de primera, segunda, tercera, y siguen las degradaciones. Ciudadanos Unidos es otro huevo de la misma serpiente que reventó en la masacre de Ezeiza. Preámbulo democrático de todas las otras masacres. Iré a Pergamino para pensar con los compañeros y compañeras, como la constante de ajuste de la cultura represora, aún en democracia, es la masacre. Incluso masacre tarifaria.

No fui a votar. No quería votar en blanco, ni en negro, ni impugnar, ni anular. Mi presión arterial no soportaría esa visita al circo romano donde “Morituri votant” (los que van a morir votan) como diría un gladiador del Imperio. Pero no hay muerte gloriosa en un cuarto oscuro. Donde reina el secreto. Donde lo universal se diluye en lo individual. Y donde la obligatoriedad es la máscara de la más brutal de las inercias.

Pero además, y por primera vez, tuve la insoportable vivencia de la complicidad. No quise sentirme cómplice del César de turno. Aclaro antes que me oscurezcan: los que votaron lo hicieron por diferentes motivos, muchos de ellos dignos y necesarios. Las candidaturas desde la izquierda clasista son necesarias. Sólo digo que yo esta vez no pude. Y no poder es no querer. No quise votar. Y no voté. Una de las formas que para mí tiene, en este momento, honrar la vida.

Edición: 3472


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