Santiago II

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Por Bernardo Penoucos

(APe).- Eras vos siendo voz y serás, como ese río revuelto y avergonzado de verte inerte, un tatuaje histórico y multiplicado en la geografía paria de esta patria que nos sigue desheredando sin más, que nos sigue arrancando a los mejores y que nos deja con el grito en la boca y la rabia en el cuerpo.

No se borró, no se borra, ni se borrará tu rostro limpio y solidario y aunque nosotros ,también, un poco nos quedamos sin voz y aunque nosotros, también, un poco nos vamos con vos, sabemos que aún nos queda ese restito, que siempre nos queda ese restito invalorable de vida para regresarte, para nombrar y seguir nombrándote y así Nunca Más te nos vayas, y así Nunca Más nadie se tenga que ir, violentamente, tristemente, intempestivamente, en una historia que sigue repitiéndose como tragedia y como amenaza.

Ese pedazo de vida que nos queda irá trazando las líneas posibles de la memoria, porque cada vez que uno de nosotros- y vos eras uno de nosotros- es arrancado de la tierra, crece, desde esa misma tierra, la voz que nombra al que falta, la canción que le canta al que mataron por cantar, la poesía que le escribe al que escribía su camino.

En ese relieve desértico del bravo clima sureño, comienzan a escucharse los quejidos y los lamentos de la tierra, las oraciones incansables de los originarios en sus humildes y firmes comunidades, en los bordes del mapa, en los bordes del tiempo.

Hay tatuajes imborrables que le ganan, justamente, al tiempo.

En esos tatuajes has quedado intacto.

Mas allá de la historia y sus mezquinos interpretadores.

Foto: Rolando Andrade, en la entrada de la Morgue Judicial.

 


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