Crueles verdades

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Por Bernardo Penoucos

(APe).- ¿Cómo hace un cuerpo para habitar el encierro?¿Cómo hace un cuerpo para habitar el dolor en las esquinas ensombrecidas de comisarías, cárceles e institutos de menores superpoblados?¿Por qué los métodos sistemáticos de la tortura siguen actualizándose como práctica constante?¿Por qué esta urgencia no se incluye en las plataformas electorales de maquillados y estéticos candidatos?¿ Dónde los Tratados Internacionales?¿ Dónde los efectores de salud?¿ Dónde la Justicia que no resuelve ni la mitad de los casos que sin condena transitan el castigo de los procesados que todavía no tuvieron ni juicio ni sentencia?.

La semana pasada, en la ciudad de La Plata, se presentó el décimo Informe Anual de la Comisión Provincial por la Memoria en el Anexo de la Cámara de Senadores. Informe que, para no jugar a las metáforas, se denomina : “El Sistema de la Crueldad”.

En las hojas de este libro y en las estadísticas de este Informe respiran como pueden los miles de detenidos en comisarías y cárceles provinciales, son quienes sobreviven en las mazorcas de nuestro siglo 21, en los tristes panópticos de este presente continuo y amenazante. Los datos asustan y la realidad conmueve hasta al más despistado. Hoy, en la provincia más rica de esta Nación, hay casi 42.000 personas privadas de su libertad. Generando un record histórico de personas encerradas en condiciones inhumanas y superpobladas, se registraron durante el año pasado 385 muertes de personas bajo custodia del Estado; 156 casos de muerte ocurrieron en cárceles; es decir, en nuestra provincia 3 personas mueren cada semana custodiadas por el Estado por causas más que evitables. La tortura sistemática, en el marco de esta democracia representativa, sigue intacta en los lugares de encierro. Se recibieron 16.403 denuncias por hechos de violencia que afectaron a 3.054 detenidos en el sistema sólo en el transcurso del año 2016.

El décimo Informe anual de la Comisión Provincial por la Memoria pone a disposición una realidad latente y desesperante. No hay tratamiento válido en estas condiciones de encierro, no hay resocializaciones ni readaptaciones posibles que valgan, no hay nuevos proyectos de vida porque no aparece ni asoma un proyecto social que incluya y que escuche las historias de los bordes y los gritos del encierro.

Cada año la Comisión Provincial por la Memoria y el Comité contra la Tortura le pone nombre e imagen a la estadística; son personas las que integran los porcentajes, son hombres y mujeres, jóvenes y niños, son familias arrastradas por un sistema que no para de jugar a la impunidad y a la violencia organizada como política de Estado.

No caben aquí los excesos de las fuerzas de seguridad, no caben aquí las teorías de las conductas individuales desajustadas. Hay un sistema y hay un plan sistemático que desecha lo que al sistema no le cuaja; hay una planificación y los resultados son las estadísticas de lo que no se hace ni se quiere, el resultado es la crueldad como verdad y la crueldad como única propuesta.

Miro alrededor y la mayoría de los presentes que llegamos hasta la presentación somos jóvenes, miro a pibes de secundario que escuchan sin pestañear, miro tantos rostros parecidos al de Santiago Maldonado y me impacta, y miro tantas sonrisas parecidas a las que en las baldosas de hace unas cuadras se dibujaban en las veredas de la ciudad de La Plata. En esas baldosas y en esas veredas se dibujan los rostros de los desaparecidos por el último golpe de Estado.

Veo, también, rostros adultos de madres con carteles como collares de historia, en esos carteles que cubren el pecho hay otros jóvenes, otros niños y otros motivos, son los pibes que cayeron desplomados por el gatillo fácil de la Bonaerense, generalmente pibes de barrio que no salen ni en la tele ni en los diarios ni desde las bocas tan verborrágicas de nuestros representantes, pero allí están, como una suerte de ayuda memoria que le discuta las miserias al olvido obligado.

Entre quienes exponen el Informe hay alguien que nos hace parar, nos hace levantar de las sillas literalmente a todos: “Ahora quiero que todos se paren”. Y todos los presentes hacemos caso. Entonces dice tan tiernamente y tan desde el sentido digno de la historia y de su propia historia: “Yo vine acá para saber dónde esta Santiago Maldonado, ¿ustedes saben dónde está?, el Estado es responsable, el Estado se lo llevó, que lo devuelvan”. Y todos aplaudimos un poco emocionados y un poco preocupados. Quien nos hace parar, emocionar y terminar de olvidar la humedad, el calor y el cansancio es Nora Cortiñas, que tiene un pañuelo blanco, 87 años y que sigue intacta buscando a su hijo y buscando a los hijos que siguió naciendo en su camino, entre ellos Santiago y entre tantos, todos nosotros.

Regresamos caminando luego de la presentación ya con la noche a cuestas. Volvemos a ver en la oscuridad platense las mismas manos que siguen pidiendo desde el fondo de la tierra, vemos el rostro de Santiago estampado en la rajadura de las paredes, vemos a Julio López y vemos a Marita Verón sonriendo desde alguna distancia cada vez más distante. Vemos, sentimos y pensamos los pasos que vamos dando.

Regreso de esta presentación en silencio, porque la ciudad habla sola, habla desde los mosaicos, habla desde las paredes y habla desde una memoria porfiada que late, que respira y que nos avisa que hace rato que no escampa porque se siguen filtrando denodadamente las desigualdades al por mayor, porque desde los púlpitos mediáticos nos siguen compartiendo el silencio y la confusión igual que ayer; pero el silencio también susurra y explica, porque hay cuerpos como el de Norita, invencibles, inquebrantables, haciéndonos parar y haciéndonos mover y entonces es así que nos movemos, para que el tiempo y la tierra de una vez, por fin y para siempre, les termine perteneciendo a los más.

Porque Santiago no aparece y porque López tampoco, porque respiramos democracia a medias, porque algún cuerpo en este momento estará siendo ultrajado por el sistema de la crueldad, porque alguna familia estará rastreando por meses el destino de su hijo detenido, porque otra familia estará llorando el dudoso suicidio de una hija detenida, porque otra familia está buscando a su hijo sin saber dónde está ni quienes lo tienen ni por qué, porque alguien estará saliendo de una Unidad Penitenciaria mientras se cruza en el mismo portón y en el mismo muro con decenas que ingresan.
Porque hay que levantarse y moverse, tejer la palabra, buscarle el sentido, como Norita, como tantos y tantas.

Pero hacerlo ya.

Edición: 3447

 

 


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