Ese otro mapa

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Por Bernardo Penoucos

(APe).- Lo veo a Santiago Maldonado en el último video que ya circula por las redes sociales y lo veo a Darío Santillán ó a Maximiliano Kosteki o a tantos y tantas, veo en el mapa de su barba el mapa de la historia corrida y las manos de quienes quieren mostrar otra historia y otro mapa. En el caso de Darío, mostrando el mapa del profundo conurbano desechado y hambriento, en el caso de Santiago mostrando el mapa de quienes no creen en mapas, sino en tierras y en memorias ancestrales.

Los pies de Darío y los pies de Santiago caminan la calle y caminan la ruta, porque saben de memoria que en la prolijidad de las veredas la historia no se escribe sino que se compacta y se cierra, en cambio en la calle y en la ruta se abre el camino y se construye el andar, en las calles y en las rutas se han escrito los párrafos prohibidos, se han mostrado los rostros invisibles, se han plantado los cuerpos desechados y postergados.

Por eso la simultaneidad y la misma imagen viva, por eso el viento frío del sur moviendo las barbas de Santiago como se mueven las hojas rebeldes del árbol más viejo y profundo. Porque brotan, porque no se cansan de brotar y de moverse y de existir, aún a sabiendas de los bravos riesgos que el existir de veras a veces conlleva, aún a sabiendas de la historia que escrita con sangre nos identifica, aún a sabiendas del horror y del terror y del silencio que organizado se editorializará desde los grandes medios masivos de desinformación.
Lo veo a Santiago y lo veo a Darío y también lo veo a Pocho Lepratti y también a López y a Teresa Rodríguez.

Rostros fusilados y desaparecidos primero por la bala y luego por la tinta que más tarde se encargara de fusilarlos y de desaparecerlos de nuevo, rostros de ojos profundos y hermosos todos, sabiendo el destino que miran y sabiendo el presente de lucha. Son miradas que se encuentran en ese otro mapa que no es ni más ni menos que el de otro mundo, que el de otro suelo distinto, suelo que sepa besar por fin los pasos de todos y todas, suelos que no anden tragando ni desapareciendo a nadie más, suelos válidos y legítimos como los que soñaron Darío, Maximiliano, Teresa, Pocho, y no más suelos helados y siniestros como los que hoy no devuelven a Santiago.

Sigue el viento helado en el sur, sigue la monopolización de la tierra comprada en oscuras oficinas, pero también sigue Santiago, más vivo que nunca, desplegando el mapa sin fronteras ni divisiones, descubriendo la cordillera no como un límite impuesto por verdugos ajenos, sino como parte del paisaje, de la tierra y de la vida.

Edición: 3425


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