Giuliana y Lucas

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Por Carlos Del Frade

(APe).- Giuliana Maldovan, de solamente veinte años, y Lucas Liveratore, de 34, murieron después de haber ingerido pastillas de drogas sintéticas en el complejo Punta Stage, en Arroyo Seco, departamento Rosario, en el marco de una fiesta electrónica de año nuevo.

Una de las asistentes tuvo la amabilidad de escribirle a este cronista para decir, entre otras cosas, que: “Yo asistí a esta fiesta. No tengo palabras, ni adjetivos calificativos para expresar lo que viví en esa fiesta. Estoy enamorada de la música electrónica. Es el género con el que más siente mi cuerpo, algunos deben sentir lo mismo pero por otro género. El punto es que hace muchos años que voy a fiestas y que consumo este " producto" que es la música, y desde hace un tiempo estoy concurriendo cada vez menos porque me asusta y me genera un malestar ver a toda la gente pasada de drogas, ver cómo te ofrecen y como venden”, dice.

Agrega: “Lamentablemente somos producto de un negocio del que nadie sabe quién es el primero de la lista, lo que sí sé es que los que pagamos somos los últimos. Ojalá no piensen que somos todos así. Existen muchas personas que vamos a las fiestas para disfrutar de la música. El 31 tocaba uno de los mejores DJs de la historia y lo único que quería es arrancar el año disfrutando de su música tan hermosa. Terminó siendo el peor día de mi vida. Y no exagero, fue así. No quiero un país ideal. Quiero gente de mi edad, más chicos, más grandes, sonriendo y disfrutando y queriendo ver qué siente su cuerpo por sí solo sin consumir nada”, sostuvo.

Una hermosa, profunda y dolorosa carta.

Porque Giuliana y Lucas no murieron por efecto de la “tragedia” o las cuestiones del consumo individual, sino por el negocio liberado del narcotráfico.

Negocio paraestatal y mulitnacional como esta columna viene diciendo desde hace años.

En 2011, las Naciones Unidas advirtieron el crecimiento del consumo de drogas sintéticas en la Argentina.

El informe de septiembre de aquel año apuntaba la preocupación del organismo por el creciente consumo de estas drogas entre los jóvenes sudamericanos, y puso el foco en el caso de Argentina, donde la prevalencia del consumo de éxtasis entre estudiantes creció del 0,2 % en 2001 al 2,6 % en 2009, y puso al país en el segundo lugar de la región detrás de Chile (3,7%).

La tasa de crecimiento anual del consumo de éxtasis en Argentina, sostiene la ONUDC, es de 0,5 % anual, no lejos de la media mundial (0,7 %), entre la población de 15 a 64 años que admite haber consumido al menos una vez. Además, “Brasil, la República Bolivariana de Venezuela y Argentina reportan la prevalencia más alta en el uso de anfetaminas en Sudamérica”, remarca el informe de la ONU.

Y en los últimos tres informes sobre el negocio del narcotráfico en el mundo, la misma fuente citaba a la Argentina como lugar de exportación de drogas sintéticas a países de Asia y Europa.

E incluso las últimas cifras oficiales publicadas por el Ministerio de Seguridad de la Nación en su apartado sobre estadísticas criminales, llega al año 2015 en el que informa que se secuestraron 21.749 comprimidos de éxtasis y uno solo en la provincia de Santa Fe.

Extraño número, cifra que marca casi una provocación para los habitantes de una provincia que, desde hace años, no solamente es geografía de negocios ilegales sino también de un alto consumo en distintas sustancias.

Giuliana Maldovan, de 20 años, y Lucas Liveratore, de 34 años, no murieron por una "tragedia", voz griega que resume el capricho de los dioses, sino por el negocio paraestatal del narcotráfico.

La discusión no parece ser la reducción de daños para los consumidores, porque, en realidad, se garantiza la reducción de daños para los vendedores de distintas sustancias que la Argentina hace años ya exporta a Europa y Asia, como queda dicho.

Por ahora hay nichos de los gobiernos que protegen más a los narcos que a los consumidores.

Esa es la salvaje conclusión de lo que viene sucediendo con el negocio paraestatal y multinacional del narcotráfico, en Arroyo Seco, Santa Fe y la Argentina, entre otros lugares donde el capitalismo hace siempre lo que quiere y la muerte, simplemente, no es más que un daño colateral de sus principales flujos de dinero.

Edición: 3309

 


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