El agua mala que mató a los bebés mbya

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Por Silvana Melo

(APe).- El domingo 20 murieron tres bebés mbya guaraníes en Misiones. Devorados por la tierra roja y el agua mala de la vertiente. Lograron llegar a vivir nueve, once y dieciséis meses. Menos tiempo vivieron del que se derramó entre la reelección espectacular de Maurice Closs en 2011 por un 76%. Y la de sus legisladores este domingo que pasó, con el apenas alivio del 43%.

La aldea Kaagui Porá está cerca de Comandante Andresito. El agua llega desde una vertiente, fuente legendaria de los guaraníes. Pero ya no hay pureza asegurada como en el agua que brotó desde la historia. Los desmontes brutales, la prepotencia del cultivo que arrasa con las chacritas y las aldeas y fumiga las hojas, los perros, las vacas y los niños vuelven el agua tan esquiva. Y la diarrea consume a una criatura en horas no más.
A Kaagui Porá la ambulancia de Andresito no va. No fue. Ni la policía, aunque sea, para llevarse a los chicos en patrullero al hospital. Desde las 9 de la mañana llamaron y nadie llegó a buscarlos. Los cargaron en una moto, ya de tardecita. Ni el mburucuyá con cardo santo les había parado la vida que se les iba en aguas. El viento terroso les pegó en la piel y se marchitaron del todo en las puertas del hospital. Ya sin aliento. Sequitos, deshidratados.

Dicen que fue el agua.
Pero más contaminante que el agua de la vertiente fue el director del hospital de Andresito. Que dijo que el primer bebé llegó sin llamado precedente. Como a la una de la tarde. Después pidieron ambulancia, dijo. Justo cuando moría el primero. Y dijo también no saber cómo trajeron a los dos que murieron después. “La verdad es que no tengo idea”, se encogió de hombros el médico. Que también es concejal renovador. Es decir, concejal del gobernador Maurice Closs.
Al otro día el Ministro de Salud acampó en la aldea. Y el Ministro de Derechos Humanos mandó un cargamento de agua potable. Pero los tres niños no están más. Son seis brazos menos para transformar la vida. Seis piernas menos para abrir camino donde no hay. Seis ojos menos para iluminar hacia delante, donde todo es tan oscuro. Tres piezas menos –dice Alberto Morlachetti- en el vapuleado puzzle de la humanidad. Tres agujeros por donde se colará el diablo y sus cohortes ministeriales para envilecer la vida.
Misiones está puesta íntegramente sobre el Acuífero Guaraní, el tercer reservorio de agua dulce del mundo. Pero los mbya guaraníes de la comunidad Kaagui Porá no tienen agua buena para tomar.
La aldea es 130 hectáreas, 47 familias, 200 personas. Con un solo pozo perforado, en el predio de la escuela. Al que apenas acceden las familias cercanas, tirando mangueras precarias. La bomba, sobrecargada, se quemó varias semanas atrás. Y la única fuente de agua volvió a ser la vertiente. De donde bebían los ancestros.
El Acuífero Guaraní –dicen desde el Departamento de Geografía del Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya- está amenazado. Como los niños que se mueren de sed sobre un océano de agua dulce. “La más peligrosa es la contaminación derivada de la agricultura, uno de los pilares de la economía misionera”, dice el licenciado Sergio Luis Alberto Páez. “El aumento sin control del volumen de agua extraído y la contaminación provocada por agroquímicos y desechos cloacales, ponen en riesgo el Acuífero”.
Tal vez por eso el gobierno de Maurice Closs mandó urgente un tanque de agua potable al mismo tiempo que negaba rotundamente que la muerte haya llegado, escondida y artera, en el hilo de agua. “Es un virus normal en esta época”, dijeron los ministros.
La comunidad ya pidió más pozos, salitas sanitarias, viviendas. Nadie responde.
Pero el domingo pasó la elección. Y Closs suspiró de alivio por sus dos diputados más.
De Andresito a la aldea y viceversa hay 15 kilómetros de camino donde la tierra colorada se abre en ramas que van a la selva o a los yerbatales. Por ahí pasan las chatas desbordadas de raídos y tareferos, por ahí se matan los niños cortadores de yerba, por ahí pasó la moto con los bebés mbya, abrasados por la muriente del sol de octubre, marchitándose.

Edición: 2562


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