Pasión y victoria de Luciano Arruga

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 Por Claudia Rafael 

(APe).- Exactamente 1456 días. 36.400 horas. Pero las matemáticas no sirven en estos casos. Porque no hay un modo de definir la ausencia. De medirla. De cronometrarla. No existe un mecanismo milimétrico que permita pesar el dolor. Más de dos millones de minutos pasaron desde aquella noche del 31 de enero en que se llevaron a Luciano Arruga. Tantos que, entre medio, su hermana Vanesa Orieta lo buscó y lo busca incesantemente, deseó un hijo, transcurrió sus nueve meses de embarazo y tuvo a su pequeño Astu que ya reconoce a ese tío al que nunca abrazará.

 

La medida exacta del símbolo que constituye hoy Luciano está tal vez en el cuerpo y en la voz de Vanesa. Que se planta al sistema como lo hizo antes su hermano pero con la certidumbre de que se enfrenta a un monstruo tentacular de brazos crueles. Con las herramientas que le dio el camino. Y que hoy la habilita a analizar que hay millones de lucianos. Que son engullidos sanguinariamente: con el gatillo fácil o con el hambre sistémica. “Hablamos de mafias enquistadas a lo largo y ancho de nuestro país”, dice a APe. Que –analiza- nacen de las complicidades y las connivencias abonadas profusamente desde cada una de las patas del poder: la Justicia, la policía, los medios, los brazos políticos y los intereses económicos.

“Ya no tenemos esperanzas de encontrar a Luciano. Hace rato que las perdimos. Pero sí tenemos la esperanza de que nuestra voz se escuche”, relata. Y también la certeza de que, a su manera, Luciano dibujó el sabor de la victoria y venció cada uno de los discursos del poder.

Aprendizajes

-Pasaron cuatro años ya desde la desaparición de Luciano. ¿Qué fuiste aprendiendo en este camino?

-Primero se vive con mucho dolor. Porque uno se va relacionando con otras familias y en la mayoría de los casos me encontré con madres muy luchadoras que cargan con una profunda tristeza. Madres que lograron canalizar su dolor en una organización y haciendo cosas en sus barrios. Pero también fui conociendo otras madres que lamentablemente nunca pudieron salir de su lugar de sufrimiento, que no encontraron la forma de organizarse, de estar acompañadas. Y no encontrar justicia les provoca también una enorme tristeza. A mí eso me hizo entender que militando la causa por la aparición de mi hermano nosotros habíamos logrado ponerlo como ejemplo de muchas otras causas. Era imprescindible tratar como una problemática a las desapariciones y al gatillo fácil que lamentablemente tanto se dan desde la recuperación de la democracia hasta estos días. Hay más de 3700 pibes asesinados, más de 200 personas desaparecidas. Tratamos de hablar por todos aquellos que siguen sin voz, los sectores más pobres, y tratando de tener mucha humildad en este recorrido. Tratando de mantener siempre la cordura, de no tranzar con nadie. Este camino me enseñó también que hay gente que se acercan con intereses muy personales y nosotros tratamos siempre, desde Familiares y Amigos, de hacerles entender que el objetivo es muy diferente al que esperan. Que nosotros estamos luchando por nuestros hermanos que, en su situación de vulnerabilidad, no pueden expresar su dolor y angustia y no lo pueden hacer mediante la organización y la lucha. He aprendido mucho. Y entendí –durante ese camino junto a otros familiares- que ésta es una lógica que se repite de forma sistemática.

-¿Por qué no se puede revertir?

-En cierta forma, seguimos rehenes de sectores de mucho poder. Sectores sociales que tienen el poder cultural, el poder económico y el acceso a los medios. Hay poderes políticos que lamentablemente operan para mantener esclavizados a ciertos sectores de la sociedad. Y ese sector de tanta pobreza representa el 40 por ciento de la sociedad. Personas que son sometidas a políticas mezquinas, dañinas, a las que todo el tiempo intentan excluir. El poder judicial es discriminador y criminaliza y opera para cierto sector de la sociedad de mucho poder. Y los medios de comunicación responden a la misma lógica. Todos intentan mantener el estatus y eso implica dejar excluida a una parte importante de la sociedad. Y esto repercute en vidas humanas. No sólo en las víctimas del gatillo fácil. Porque hay pibes que siguen sufriendo el hambre, que mueren por enfermedades que pueden ser perfectamente curables, por infinita cantidad de situaciones propias de la vida de vulnerabilidad de los barrios. Responde más a esto. A un grupo económico que no quiere perder su lugar y para eso tiene que seguir manteniendo al 40 por ciento de la sociedad en un lugar de absoluta pobreza.

Desaparición forzada

-A casi cuatro años de la desaparición de tu hermano, recién hace un par de meses fuiste recibida por el gobernador Daniel Scioli. ¿Qué se siente?

-Se siente más convicción. No creas que siento dolor. Porque no esperaba nada más de la persona con la que me reuní después de tres años y ocho meses de desaparecido mi hermano. Una persona que ocupa el cargo más importante en la provincia y que nunca respondió a una de las causas más graves después de la de Julio López. Así que siento más convicción. Porque nosotros tenemos que tener siempre presente que no se trata sólo de gatillo fácil como situación aislada. Por supuesto que a este sector político le interesa mantener a esta parte de la sociedad sometida. Y hay que hablar de connivencias, de relaciones entre los sectores políticos y las fuerzas de seguridad. Porque hablamos de mafias enquistadas a lo largo y ancho de nuestro país. Que no van a ser tocadas porque hay intereses de fondo. Y nada de esto me sorprende. Al contrario. Me genera más ganas de seguir, de organizarme cada día más, para que el caso de mi hermano sirva como ejemplo. Y ojo…que lo digo entendiendo que nosotros probablemente nunca lleguemos a encontrar a Luciano y quizás tampoco podamos encontrar esa justicia que esperamos. Entonces, con más razón queremos que se convierta en un ejemplo y que sirva para otras familias que sufren lo mismo. Para entender cuáles deben ser los caminos más rápidos, adónde se debe recurrir de forma inmediata. Ya no tenemos esperanzas de encontrar a Luciano. Hace rato que las perdimos. Pero sí tenemos la esperanza de que nuestra voz se escuche. Y sentimos que se está escuchando cada día más y buscamos que esto despierte a ese sector de la sociedad que queremos despertar. A esas madres y a esos padres que lamentablemente ven morir a sus hijos en los barrios.

-Desde 2009 y hasta finales de 2012 la causa estuvo caratulada como “averiguación de paradero”. Recién entonces se la cambió a “desaparición forzada de persona” que era lo que tanto reclamaban ustedes. ¿Qué implica realmente ese cambio?

-Es fundamental. Es darle cierta veracidad a lo que denunció la familia desde el inicio. Es confirmar ante la sociedad lo que veníamos denunciando de forma desesperada en los espacios públicos, que era el único lugar que nos dejaron. Es vencer a ese sector de poder que no es sólo judicial. Acá se ha vencido a un sector político que trató de ocultar esto. Se ha vencido el discurso que nace de los medios y también se ha vencido el discurso que nace de un sector social que pide más seguridad. Así que es muy importante. Quizás nosotros no encontremos justicia ni encontremos a Luciano pero todo lo que está generando esta causa va a servir para otros que vengan atrás nuestro para fortalecerlos y dar un camino un poco más claro.

Astu

El niño abre las alas y mira el mundo. Señala la foto de su tío en las pancartas y lo llama. Nunca sabrá lo que es el picadito con Luciano ni cantará con él una de los Redondos. Pero heredará una bandera a la victoria que lo envuelve desde la cuna. Astu es pequeño aún para tanto nombre: significa pájaro de los Andes. Y deberá recorrer mucho trecho todavía para atrevérsele a las cordilleras de utopía que le atravesarán el alma.

-¿Qué le vas a contar a tu hijo sobre su tío?

-El ya lo reconoce a su tío. Y cuando lo ve en una bandera o en una foto, lo toca. Yo siempre le voy a hablar de su tío. Y él tiene que entender que si nosotros hoy estamos luchando por su tío es porque él nos sigue dando esa fuerza y esas ganas para hacerlo. Luciano era un ser maravilloso. Y yo lo voy a decir porque es mi hermano, por supuesto. Pero además, quiero aclararte que también es así porque soy muy justa. Y si él no hubiera cuadrado dentro de mi lógica, probablemente no me hubiese jugado tanto. Pero Lu era una persona solidaria, que daba lo que no tenía, que sacaba de su heladera la comida que le hacía falta a alguno de sus amigos. Y ante una persona así, me tengo que jugar la vida. Y yo por mi hermano me juego la vida. Tengo una familia, la tengo que proteger y lo hago. Pero también siento que luchar y dar la vida por mi hermano va a proteger a mi hijo. Porque quiero formar para él una sociedad diferente, en la que todos podamos ser tratados como seres humanos, en la que se respete al otro más allá de su color de piel o del barrio en el que viva. Esa es la sociedad que quiero para mi hijo. Y por eso también arriesgo mi vida. Para que la sociedad en la que él se desarrolle, cambie. Y sino, para que sepa que su madre hizo todo lo posible para lograr una sociedad justa, equitativa, en la que se respeten los derechos humanos de las personas.

-Cuando decís “me juego la vida” ¿significa que seguís recibiendo presiones y amenazas?

-Sí. Tanto yo como el grupo de familiares y amigos. Al ser más visible, dentro de todo yo paso situaciones menos densas. Pero mis compañeros sufren amenazas y por eso tengo que estar más que nunca en esta lucha. Y seguir poniendo mi cara, mi voz, mi cuerpo.

El olor de la rebeldía

Ella parece frágil. Vulnerable. Los ojitos brillan en medio de tanta, tanta oscuridad. Logra una alquimia de mágicos ribetes cuando entremezcla su inacabable ternura con la convicción de definir que “hay poderes políticos que lamentablemente operan para mantener esclavizados a ciertos sectores de la sociedad”. Y ostenta la dolorosa notoriedad de ocupar espacios en los medios –a fuerza de codazos y rebeliones- por ser la hermana de Luciano Arruga. El pibe que radiografía al entero sistema. El morocho pobre, hincha de River, que cartoneaba por la vida y la emprendía contra la pelota en un picadito del barrio 12 de Octubre, en Lomas del Mirador, al que desaparecieron porque le dijo que no a la gorra. El que raleaba sus días de escuela, ese edificio que es maestro en expulsar de sus paredes a los Lucianos. Y los deja endebles, quebradizos.

Luciano estaba destinado al ostracismo de millones que deambulan en los anchos márgenes de las barriadas castigadas. Que respiran, aman, duelen, ríen, sangran, caen, sienten, gritan, callan, ruedan en los villorrios de la patria que sofoca y socava. Pero él osó plantársele al sistema mismo sin siquiera tener noción de tamaño arrojo. Sin tener conciencia profunda de lo que vendría. Luciano fue secuestrado el 31 de enero de 2009. Sus rastros se pierden entre las rejas de un calabozo y la tortura de cuatro años atrás. En el lugar al que destinan a los sobrantes, a los que alzan la voz, a los que se le atreven. Ante el aplauso connivente de las mayorías que lustran amorosamente el nido metálico donde crecen los huevos de la serpiente.

Vanesa Orieta es bellamente indómita. Y trasunta en su piel el olor de la rebeldía. Con la textura de los vientos y los ríos en la voz. Para no callar.

Edición: 2379


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