La vía de las rebeldías

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Por Carlos del Frade

(APe).- Ramal que para, ramal que cierra - sostuvo Carlos Menem, dos veces presidente de la Nación, expresión política del peronismo, aquel movimiento que surgió en la Argentina para defender los derechos de los trabajadores, la justicia social, la soberanía económica y la independencia política. Fue todo lo contrario. Relaciones carnales con el imperio, privatización de casi todo a precio vil y multiplicación de la pobreza, la desocupación y el narcotráfico.

 

Los trenes, entonces, se convirtieron en un simple transporte de materias primas, recursos naturales y poco más. Grandes negocios para muy pocos.

La gente, el pueblo, se quedó afuera de los vagones. Importaba más la riqueza de la tierra que sus habitantes.

El sueño norteamericano expresado por un oficial del ejército del imperio a principios de los años sesenta, Larkin, de cerrar los trenes para imponer el negocio de las multinacionales de los camiones por fin se hacía realidad. Y nada menos que de la mano del peronismo.

Menem lo hizo. Pero no estuvo solo. A su lado estuvieron los dirigentes de la Unión Ferroviaria, otrora delegados combativos, como un tal José Pedraza.

El kirchnerismo que se precia de ser la contratara del menemismo mantuvo las concesiones y la desarticulación del sistema ferroviario. Y hasta son los mismos los ganadores de los subsidios y también son iguales los dirigentes ferroviarios que funcionan como gerentes laborales de las empresas.

El asesinato de Mariano Ferreyra determinó la detención de Pedraza y ahora la justicia del kirchnerismo fue por Rubén “El Pollo” Sobrero, uno de los delegados de base, enfrentado a la burocracia y la continuidad de la matriz de entrega de los ferrocarriles que perpetúa la actual administración nacional.

-Hay pruebas suficientes para detener a Sobrero - repitió el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, como si fuera el verdadero motor de la causa judicial que, se supone, debe estar bajo secreto de sumario.

Menem está acusado de más de veinte causas de corrupción vinculadas al desguace de los ferrocarriles.

Pero no hace más de un mes atrás, la justicia kirchnerista anticipó la detención de Sobrero al declarar inocente al riojano en la causa por la venta ilegal de armas a Ecuador.

En esa impunidad consagrada también venía implícita la condena a todos aquellos que siguen denunciando la multiplicación de la matriz de saqueo que procede de los años noventa.

Allí está el Pollo Sobrero, detenido y acusado de quemar trenes.

Allí está Carlos Menem, libre y a punto de ser reelecto senador por La Rioja.

La justicia kirchnerista ratifica que los delincuentes de los años noventa son los que cargan con la condena de la privatización y las consecuencias de los negociados de mafias.

 De allí que del otro lado de las vías muertas, viva la rebeldía de los que no se resignan a creer que la Argentina debe ser la geografía de la impunidad.

La libertad de Sobrero es una necesidad para todos aquellos que quieren recuperar un país para las mayorías.

 De eso se trata.

 Porque ramal que para es sinónimo de un negociado que continúa.

Y en la vía de las rebeldías, sin dudas, arrancará un mañana mejor.

 

Edición: 2096


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