Obvio: la bolsa es la vida

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Por Carlos del Frade

   (APE).- En junio se cumplirán dos años que José Manuel Mainardi, empresario, decidió matar con trece balazos a dos de los tres ladrones que intentaron sacarle diez mil pesos que previamente retiró de una sucursal del Banco Nación en el centro de la orgullosa Buenos Aires.

Cuando llegue esa fecha, Mainardi festejará en libertad.

 

Las crónicas periodísticas ni siquiera apuntaron los nombres de los asesinados ni del sobreviviente. Ellos no importaban. Dos menos, habrán dicho en algunas seccionales policiales, en algunas casas, en algunos juzgados...

Es que la justicia, es decir parte del servicio público de justicia, lo absolvió porque consideró que actuó en “legítima defensa”.

En estos atribulados arrabales del mundo, hay decenas de chistes que se basan en una elección: la bolsa o la vida.

La reciente decisión de los jueces que actuaron sobre el caso Mainardi, acaban de sepultar cualquier tipo de especulación en torno a la disyuntiva.

De ahora en más quedará claro que para parte de la justicia argentina, la bolsa, el dinero, son sinónimos de la vida.

La defensa legítima se atribuyó a la desesperación y la ferocidad asesina que poseyó al empresario cuando le despojaron diez mil pesos.

Defender el dinero es defender la propia vida, dice parte de la justicia de la orgullosa Buenos Aires.

Y si en esa legítima pretensión se gatilla treces veces contra los ladrones no hay asesinato, se trata de un error colateral, de una consecuencia no deseada que no merecerá ser tenido en cuenta.

Muchos integrantes del llamado poder judicial de distintas regiones de la Argentina entienden que los fallos que emergen de los tribunales están basados en una curiosa percepción de lo que denominan sentido común.

Si la legítima defensa del dinero admite la posibilidad de matar a dos personas, el sentido común subrayado señala que las víctimas son culpables, no solamente porque intentaron robar, sino porque al no tener dinero no merecen ser alcanzados por la justicia.

El sentido común se hace obvio y patético. La legítima defensa del dinero excluye la defensa de quienes no lo tienen.

El sentido común que se manifiesta en la absolución de Mainardi premia y estimula la justicia por mano propia, hace cercano al lejano oeste de las películas de John Wayne y legitima los atributos de los que tienen más en contra de todos los demás.

Quizás los vecinos del barrio le preparen una fiesta de bienvenida al justiciero de gatillo fácil y se animen a dejar una tarjeta a los jueces que tan bien supieron interpretar el sentido común aplicado en el doble asesinato de otras dos personas que, hace mucho tiempo, hubieran merecido igual trato de parte de ese mismo poder judicial.

Y en esa celebración se levantarán las copas para celebrar la resolución del acertijo, la vida es el dinero, la bolsa es la vida. Lo demás es secundario.

El que no tiene la bolsa, puede perder su vida, porque la existencia de los que no tienen dinero, de los que pretenden las bolsas de los otros, no vale nada, ni siquiera la remota posibilidad de que haya una justicia basada en valores humanos.

La bolsa es la vida, dice la obvia y patética consigna del sistema.

El empresario Mainardi, cuando disparó trece veces contra un trío de personas, ya lo sabía.

Por eso ahora podrá festejar.

Fuente de datos: Diario El Tribuno - Salta 13-02-06


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