El ayuno del padre Salvador

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Por Carlos del Frade

(APE).- Salvador Yaco es hijo de ferroviario, hincha de Central y cree en Cristo.

Es sacerdote y desde hace mucho tiempo se juega el cuerpo a favor de los crucificados permanentes del sistema.

Sigue en la institución iglesia aunque descree de la jerarquía.

 

-No puede ser que se escandalicen por la manera de dictar educación sexual en las escuelas y no se escandalicen porque los chicos se mueren de hambre. Es un signo de incoherencia total -dice el sacerdote de la parroquia Santa Catalina de Capitán Bermúdez, al norte de Rosario.

No es cualquier ciudad del ex cordón industrial. Es el territorio en el cual fundamentó su poder Celulosa Argentina y desde allí aparecieron los intereses del Citibank durante el menemismo rubicundo y su brazo mediático, el CEI, con un ex rugbier como directivo, Richard Handley. El abogado de Celulosa, a principios de los años noventa, era el doctor Daniel Funes de Rioja, uno de los principales impulsores de la reforma laboral y luego asesor permanente de las grandes empresas a través de la Unión Industrial Argentina.

No es cualquier ciudad del ex cordón industrial. En un mismo año, 1994, allí en Capitán Bermúdez fueron cerradas las empresas Electroclor, Colpal, Porcelanas Verbano (que luego reabrió) y Frigorífico Depauli. Fue una maldición bíblica. Se rompió la racionalidad social y se perdió la racionalidad política. En la máxima postal de esta locura que generó la destrucción de los puestos laborales industriales hubo un pedido de análisis sobre la supuesta insana mental de un intendente, mientras que otro jefe comunal solamente atinó a pedirle a la firma Electroclor que le dejara la playa para el municipio en forma paralela que quedaban centenares de bermudenses en la calle.

Fue allí, en Capitán Bermúdez, donde los sacerdotes del llamado decanato norte del arzobispado de Rosario comenzaron a celebrar la Marcha de los Santos Inocentes, condenando la exclusión, la desocupación y los renovados herodes argentinos.

Fue a principios de los años noventa cuando los trabajadores comenzaron a ser despedidos como trapos viejos que encontraron en la parroquia de Santa Catalina un lugar en el mundo.

Allí había un curita que se jugaba con ellos, que iba a las manifestaciones, que denunciaba a los explotadores con nombre y apellido y que, por otra parte, ponía su salud en juego en huelgas de hambre largas, fuertes, reales.

Uno de esos sacerdotes responsables de la Marcha por el Pan y el Trabajo de los 28 de diciembre, es este hijo de ferroviarios, Salvador Yaco.

-Debería darnos vergüenza que no seamos coherentes con lo que predicamos. No puede ser que la justicia haya decidido que el ejecutivo provincial y el municipal se hagan cargo de la alimentación de diecisiete chicos hace ya dos años largos y que nadie lo haya puesto en práctica. Por eso hago este ayuno. A ver si alguien se conmueve... De cualquier lugar pero que hagan algo por estos chicos... -repite Salvador.

Los chicos son pibes menores de doce años y son hijos de los eternos desocupados, de muchachos que jamás conocieron ni vieron en su vida un recibo de sueldo en blanco. Son tercera generación de excluidos en la región que ahora se ofrece como símbolo de la exportación del sur provincial. Miles de dólares por minuto, provincia proveedora de alimentos, y diecisiete chicos mal alimentados como “ejemplo de algo mucho mayor que nadie quiere ver. Nos acostumbramos a que haya pibes que se mueran de hambre. Esto es terrible”, denuncia una y otra vez el padre Salvador.

Los chicos son petisos, algunos barrigones, muy flaquitos y apenas se pueden hacer entender. El hambre y la mala alimentación hacen estragos en el cerebro. Cuando se presentó el recurso de amparo para ellos, hace más de dos años, la justicia les dio la razón pero ahora le sumó un extraño mandamiento. Los padres deben producir micoemprendimientos para superar el estado de calamidad en el que se encuentran. Huertas orgánicas o algo parecido que los muestre como dispuestos a dejar de lado el peligroso filo de la navaja que los desbarranca al delito o a la droga, aconseja una jueza.

-Es indignante que una jueza quiera hacer moralina mientras diecisiete chicos se mueren de hambre -vuelve a señalar Salvador mientras es acompañado por algunos integrantes de la comunidad parroquial, dos o tres sacerdotes de la zona y militantes políticos y sociales de la zona del ex cordón industrial del Gran Rosario. El cura hace rato que es mal visto desde el arzobispado rosarino que hasta hace algunos días tenía como titular al ex presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Eduardo Vicente Mirás.

Pero no le importa.

-No puedo dormir en paz sabiendo que los chicos se mueren de hambre. Algo hay que hacer. ¿Qué haría Cristo en casos así?... -se pregunta Salvador mientras ofrece su cuerpo en desesperada señal a favor de los crucificados del sistema.

Mientras tanto, las chimeneas de Celulosa siguen tirando basura al medio ambiente, los desocupados siguen a la vera de la ruta 11 y los grandes empresarios celebran el boom sojero. Allí, en el corazón del ex cordón industrial, hay un sacerdote que no quiere que los pibes se mueran de hambre. Se llama Salvador Yaco y pelea porque cree que el amor puede ganarle al poder.

Fuente de datos: Diarios La Capital y Edición Uno - Santa Fe 08-11-05, RosarioNet 22 y 27-10-05, La Capital 19-10-05, Coordinadora Popular “Fidel Toniolli”, Carpa de la Unidad (Cordon Industrial), Comisión investigadora no gubernamental de la represión de diciembre 2001, Coordinadora de Trabajo Carcelario y Biblioteca Pocho Leprati


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