Enfermar y matar para vender

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Por Carlos del Frade

(APE).- Once millones de niños mueren cada año por enfermedades curables, dice la información con la precisión de una condena cósmica. Pero no son fuerzas misteriosas las que producen semejante masacre. Son las consecuencias del negocio de la enfermedad. Los resultados esperados por aquellos que manejan la producción y circulación de medicamentos.

 

Para que haya ganancias, las empresas de medicamentos deben asegurarse, primero, la multiplicación de la enfermedad y mostrar la muerte que deriva de aquellas dolencias.

Después viene la oferta. Creada y potenciada la demanda, la enfermedad, la muerte y el terror que devienen de este ciclo económico, aparece la bondad y el humanismo de las multinacionales de los medicamentos.

Y no se trata de una cuestión de salud. De negocios, simples negocios.

Porque es la Organización Mundial del Comercio, no la Organización Mundial de la Salud, la que permite que las empresas farmacéuticas puedan retener las patentes de medicamentos durante veinte años. De tal forma, no se pueden desarrollar genéricos que tienen costos hasta quince veces más baratos.

La información es precisa como si fuera una condena del más allá: los medicamentos no están regulados por ningún organismo internacional vinculado a los que todos los días pelean contra las enfermedades, sino que están auspiciados por la Organización Mundial del Comercio. Ni siquiera hay espacio para la metáfora.

A partir de esta realidad, la Organización No Gubernamental Intermón Oxfam denunció que anualmente mueren once millones de chicos de enfermedades curables.

"El poder de las grandes farmacéuticas les hace disfrutar de unas patentes que les permiten elevar los precios de los medicamentos e impiden a millones de personas pobres acceder a las medicinas que necesitan", sostuvo Paloma Escudero, coordinadora de la campaña Comercio con Justicia de Intermón Oxfam.

"Lo cierto es que en el año 2000, las diez principales compañías de Estados Unidos gastaron más en marketing y administración (34 por ciento) que en investigación y desarrollo (14 por ciento)", remarcó Escudero desmintiendo la idea que las empresas tienen altos costos derivados del supuesto esfuerzo de destinar inmensas porciones de dinero a la investigación y desarrollo de los remedios.

A pesar de ser conscientes de la implacable marcha del negocio que necesita de la enfermedad, la muerte y el miedo para luego elevar las ventas de los medicamentos, Intermón Oxfam le ruega a las multinacionales que reduzcan sus precios para que en los países saqueados no se mueran tantos pibes.

Es loable la inocencia de los integrantes de la organización no gubernamental pero es difícil imaginar a los dueños de las empresas farmacológicas conmovidos por el reclamo y por los números de muertos que provoca el precio de sus productos.

Cuando el futuro se anunciaba en las calles de París y los pueblos del tercer mundo inventaban los caminos hacia una libertad real, allá lejos, sobre fines de los años sesenta, un poeta argentino, Armando Tejada Gómez, escribió: “Oración por mi enemigo”.

“Yo que siento y consiento la piedad por la vida,
que amo desde hace siglos la salud de los árboles,
pienso que él debería regresar al origen
y aprender con la flor los rituales del agua.
Pero, ¿quién lo desnuda como en un nacimiento?
¿Quién le olvida la sombra, los crímenes, el cáncer?
¿Cómo lo llevo herido a un sitio campesino
y digo: pan o hierba, sin que la vida estalle?
Y acaso, digo acaso porque todo es posible,
¿él puede en lo profundo volver a la inocencia?
¿Puede mirar a un ciervo porque sólo es de música
y no matar su leve sinfonía en el aire?
Él que no entiende nada que no sea de acero,
de dólar consistente, de exacto porcentaje,
¿soportará sin riesgo adentro de su pecho
el enorme estallido del amor en su sangre?
¿Esas detonaciones de los niños en ronda?
¿La madre que los llama con la torcaza y el álamo?
¿No sacará el revólver cuando vea la vida
frágil como la lluvia, desnuda como un cántaro?
¿No empezará de nuevo este torpe asesino
a jugar al guerrero y a comerse el venado?...
Pobre de mi enemigo, tan breve en su masacre.
Aquí, al pie de los vientos, digo: que en paz descanse”.

Once millones de niños mueren cada año por enfermedades curables, dice la información con la precisión de una condena cósmica. No, es el preciso ciclo que necesitan las multinacionales de medicamentos: enfermar y matar para vender. El exacto porcentaje del dólar consistente, como dice el poeta. Habrá que pelear por la vida, también breve y maravillosa en su resistencia.

Fuente de datos: Diario Infobae 02-11-05

 


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